El tiempo y la Vida
¿Qué haríamos con nuestra vida si
supiésemos que nos queda muy poco tiempo para vivirla?...
A veces esta
ficción o ilusión del tiempo y la proyección en él que tenemos funciona como
una verdadera trampa para nuestra consciencia, tendiendo un velo ante nuestros
ojos que nos impide ver la realidad de lo que necesitamos, de lo que valoramos,
de lo que realmente queremos hacer, vivir y sentir. A veces esa ficción levanta
un abismo entre nuestro hacer cotidiano y nuestros más profundos y sinceros
sueños. Crea una enorme e insalvable distancia entre lo que queremos ser y lo
que somos.
A veces
necesitaríamos que ese tiempo nos apremiara. Que no se nos dieran sucesivas y
constantes oportunidades para malgastarlo, parapetándonos en nuestras rutinas y
comodidades.
Si realmente
fuéramos conscientes de que la vida es ahora, y de que no tenemos ninguna
garantía de que va a haber un mañana, haríamos saltar por los aires nuestros
corsés hechos de temores y automatismos.
Viviríamos,
“con mayúsculas”.
A veces la adversidad
es precisamente la que nos puede mostrar toda la profunda realidad ante la que
nos cegamos. Y esa es la mayor lección que podemos extraer de ella.
Os transcribo
un breve relato que nos mueve a esta reflexión.
“Le quedan tres
meses, prepare sus despedidas, ésta será su última Navidad”, le dijo el doctor.
Y al salir del hospital caminó sin rumbo durante horas hasta que se refugió del
frío en una cafetería. Sobre la mesa de madera vieja sacó su libreta y escribió
los nombres de sus amigos íntimos. Eran cuatro. A continuación trazó una línea.
Y siguió con la lista de los amigos “a secas”. Eran dieciséis. Trazó otra línea
y siguió con los amigos antiguos, de los que no sabía nada desde hace
años. Logró recordar a nueve. Trazó otra línea y pidió otro café. De repente,
vino a su memoria un nombre que debería haber estado en la primera lista, pero
cuya amistad se rompió años atrás por una ridícula discusión. Lo escribió con
trazo tembloroso y tuvo que respirar hondo para sosegar la inquietud repentina
que le embargó. A la mañana siguiente, partió en busca del último nombre de la
lista. Cruzó el océano, llamó al timbre y le dio un abrazo. Cuando regresó, el
doctor le citó con carácter urgente en la consulta: “Ha habido un error en los
análisis, usted no tiene cáncer, le ruego que acepte mis disculpas”. Y para
sorpresa del doctor, él las aceptó dándole las gracias y un abrazo. «Los próximos 30 años», Álvaro González–Alorda (@agalorda).
Imaginarnos
una situación así, como la que muestra el relato, puede ser un buen ejercicio para
establecer nuestras prioridades en la vida. Para ajustar nuestro rumbo, para identificar una misión. Para
impulsar nuestra voluntad con un ánimo inusitado. Para saborear los pequeños detalles que encierran una belleza infinita, o los instantes que son eternos.
Creo
que lo importante es llenar el tiempo de Vida. No la vida de tiempo. No creéis?.